La evolución del portero automático ha sido lenta pero constante. Siempre fue sencillo llamar a la puerta con los nudillos y que te salieran a recibir. Ahora aprietas un botón y te observan minuciosamente a través de una cámara antes de darte el permiso de paso. Antiguamente era más romántico... eso sí, si la casa era muy grande o era todo un convento (como lo es el Parador de Trujillo) pues los nudillos solos no servía . Había que llamar "a campanillazos"...
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