En una cómoda excursión de subida y bajada al Monte Carmolí, de entre los matojos, como pisando en algodones apareció él. Subió con nosotros. Nos acompañó tranquilo, sin miedo a pesar de estar rodeado por cincuenta preadolescentes. Casi nos fue indicando el camino hasta la cima y quizá esperaba su recompensa en forma de sobras de bocadillo o magdalena a medias de comer. Luego, tras el descenso se fue...
No hay comentarios:
Publicar un comentario